dijous, 18 de juliol del 2013

COSAS MIAS(para dejar sin aliento)-II



 Casi toda mi vida ha transcurrido en el mismo lugar en que nací y desde donde  llegué a aceptar la idea de un  país total  definido por el horizonte que dibujaban un paisaje histórico y una lengua que se me ofrecían como únicos y  que yo ingenuamente llegué a tomar como una realidad   porque así me lo hacían ver mediante la omisión  deliberada y destructiva de la pluralidad viva y pujante que me mantuvieron oculta al otro lado de aquel horizonte artificial que nos dispensaban tan gloriosamente en las imágenes del NO-DO y la incipiente y trémula televisión en blanco y negro.
Aquella imaginaria y falsa  creación se expresaba en una sola lengua y ondeaba una sola bandera como símbolo de la única realidad que todos y todas debíamos aceptar como principio de una doctrina nacionalista  incuestionable y por tanto la  razón de que cualquier otra cosa que contrastara en este mar de uniformidad no podía pasar de ser un simple matiz sin pleno valor identitario que en ningún caso podía anteponerse a la Identidad Divinamente  Suprema que se extendía como una mancha que nos teñía a todos y que nos imponía  la renuncia a ser sujetos herederos y raices de  realidades históricas y culturales  al tiempo que nos reducía a ser individualmente  partes  de un  Todo Sagrado e Indivisible.
Se nos negaba y se nos niega siquiera el derecho a la conciencia de ser primero y plenamente miembros de naciones históricas a fuerza de imponernos ser españoles en cuanto resultado de la suma idílica de distintas culturas a las que se les niega el reconocimiento de su rotunda identidad   como si fuera posible  dejar de ser castellano para convertirse en la suma de castellano más andaluz más gallego más catalán y pudiéramos así dejar de ser lo que somos mediante el procedimiento de convertirnos en el resultado de la suma de lo que somos más lo que no somos.
 En esto consiste la quimera del nacionalismo español.